“Yo quería llegar a Samarcanda”, confiesa Javier Figuero en el Epílogo de este libro, “no encuentro en mi memoria otra metáfora más determinante de mi vida desde que la descubrí de niño y entiendo como privilegio que la creyera fantasía, que no la agotara la consumación del plan, porque llegar no es poseer y Samarcanda son muchas Samarcandas. Llegar aquí es querer volver”. Enviado del rey Enrique III de Castilla en los inicios del siglo XV a la corte de el gran Tamerlán en busca de alianza para guerrear contra los turcos otomanos, un castellano de nombre Ruy González de Clavijo navegó el Mediterráneo antes de cruzar Roma, Rodas, Pera, el mar Negro, Trebisonda y tierras actuales de Turquía, Irak, Irán y Uzbekistán para embellecer luego sus experiencias con imaginación propia y referencias librescas hasta conformar una de las joyas de la literatura medieval castellana, comparable al célebre Libro de las Maravillas de Marco Polo.
Javier Figuero cuenta aquí el tránsito por los lugares de su propia metáfora vital, alcanzados sin otro mandato que la propia iniciativa y la razón profesional y la trayectoria se le ha convertido asimismo en memoria. Periodista, la vivencia del ejercicio le ha situado ante acontecimientos y personajes nacionales e internacionales de la política y de la creación literaria y artística que jalonan el tiempo inmediato, referencia inequívoca de nuestra cotidianeidad. Pero la metáfora de Samarcanda lo es de la vida explícita como de la ilusoria, porque la embajada, el mandato, que decide la existencia no podría tener un objetivo más determinante que la busca de la alianza con la gran fantasía, el gran Tamerlán.